La mitología representa una forma de expresión de la sabiduría tradicional. Y es que, nuestros antepasados estaban muy atentos al comportamiento de los dioses.
La mitología, frente a lo que dicen muchos estudiosos del tema, no es solo un conjunto de cuentos fantásticos y vacíos de sentido, sino que, por el contrario, representa una forma de expresión de la sabiduría tradicional. Esto es un hecho en lo que se refiere al tronco principal de las mitologías de todos los pueblos. Podríamos preguntarnos por qué los antiguos ponían pasiones y amores humanos en los dioses, a los que a la vez atribuían poderes sobrenaturales. Esto es muy sencillo de explicar, ya que lo que hoy nosotros traducimos como dioses era, para nuestros antepasados, la representación de las fuerzas rectoras del universo. Y, de acuerdo a la sentencia hermética de «como es arriba es abajo», las debilidades y potencias de los dioses podían ser, aunque no necesariamente, las de los hombres. De este modo, lo que nosotros llamamos mito, es simbólicamente un cúmulo de experiencias humanas expresadas de forma artística y simbólica.
Nuestros antepasados, tal como volveremos a hacer los hombres del siglo XXI, estaban muy atentos al comportamiento de los dioses, pues ellos sabían que esas potentísimas fuerzas tenían efectos inmediatos sobre la vida terrestre. De ahí que siempre hubiera un cierto aire de respeto a esas energías que, como algo propio de civilizaciones ya caducas, degeneró en lo que hoy mal conocemos como sacrificios. Estos actos eran, en su origen, ceremonias de Alta Magia Blanca destinadas a contrarrestar, en lo posible, esas tremendas vibraciones que manejan nuestro planeta.
Y, por supuesto, dichos experimentos no tenían nada que ver con sacar el corazón a un animal o machacar la cola de dos o tres lagartos. Lo que en esos santuarios se realizaba es conocido por los profesionales esotéricos y los iniciados actuales, ya que, en forma de símbolos, los antiguos nos han legado el secreto de su ciencia.
Urano fue el primer dios que reinó sobre el Universo y, uniéndose con Gea (la Tierra), procreó estirpes monstruosas: los gigantes hecatónquiros de cien brazos, los cíclopes y los titanes, poderosos y feroces. Entre estos seres monstruosos siempre hubo lucha y adversidad, hasta que un día, Urano, para poner orden en el universo, los encadenó sumergiéndolos en el Tártaro, lugar obscuro de castigo.
Gea, esposa de Urano, enfurecida por ello, pedía a sus hijos que la vengaran. Entonces, uno de los hijos de Urano, Kronos(Saturno), atacó a su padre, lo mutiló y lo encadenó. Kronos se convirtió así en el segundo soberano del cosmos. Pero el Hado, dios supremo, había establecido que, al igual que Kronos encadenó a su padre, un hijo suyo haría lo propio con él. Kronos, enterado de esto y deseando evitar el destino, decidió comerse a sus hijos al nacer. Y así lo hizo con Deméter (Ceres), Hera (Juno), Hades (Plutón) y Poseidón (Neptuno). Pero Rea, esposa de Kronos, cuando dio a luz a Zeus (Júpiter), un hijo hermosísimo, tomó una piedra y envolviéndola en pañales se la dio a Kronos, quien la comió engañado.
Zeus fue criado por los coribantes (un colegio de sacerdotes), quienes disimulaban el llanto del pequeño dios con el sonido de tambores y choques de escudos, a fi n de que no fuera oído por el cruel Kronos. Cuando Zeus creció se encontró con su padre y, después de vencerle y haberle hecho vomitar a sus hermanos, lo desterró del cielo. Fue entonces Zeus el tercer rey de los dioses antiguos, que dio la entrada a los dioses nuevos de la mitología griega.
Júpiter organizó el universo encarcelando en el Tártaro a los dioses antiguos que habían ayudado a Kronos y reunió a los demás en su corte celestial. Se casó con Metis, la Mente; con Temis, la Justicia; con Mnemosina, la Memoria; y se unió también a Leto, Deméter, Hera y Maya, teniendo de todas ellas hijos divinos: Atenea (Minerva), Febo (Apolo), Artemisa (Diana), Perséfone (Proserpina), Hermes (Mercurio), Ares (Marte), Hefesto (Vulcano), así como las musas y otras divinidades menores.
A cada uno, Zeus le dio una misión concreta y dividió el universo en tres reinos: tomó para sí el cielo y la tierra, dio los mares a Poseidón (Neptuno) y el reino de ultratumba lo cedió a Hades (Plutón). La mitología representa a Poseidón con larga barba y de gigantesca estatura, armado con el poderoso tridente con el cual puede desencadenar las tormentas marinas y luego aplacarlas. Habita en las profundidades del océano, pero a veces emerge, recorriendo la superficie del agua en su carro arrastrado por delfines y acompañado por su cortejo de nereidas y tritones. Poseidón es a veces benigno y en ocasiones terrible, voluble e inconstante como el océano.
Hades (Plutón) es el señor del reino de los muertos. Hades significa en griego «lo que no se ve». Es un dios severo y solitario que raras veces sale de las profundidades de la tierra. Con los demás dioses casi no se relaciona y todos los hombres temen el momento en que se verán ante su trono. Su esposa es la hermosa y desdichada Proserpina, que fue raptada por él.
Zeus, Poseidón y Hades son los dioses más poderosos, pero hay otros muy destacados, como la hermosísima diosa del amor, Afrodita (Venus), que nació en una mañana de primavera de la espuma del mar, puede ofuscar la mente de los dioses y de los hombres encendiendo en ellos el fuego del amor. Afrodita tuvo dos esposos: Hefesto (Vulcano), el herrero celeste y Ares (Marte), dios de la guerra. Este último fue poco venerado por los griegos pero mucho por el belicoso pueblo romano. De cuerpo atlético y siempre cubierto con armas, Ares induce a los hombres a la lucha en los campos de batalla.
Apolo (Sol) es el apasionado y esplendoroso dios solar. A través del cielo conduce el luminoso carro del Sol, que da calor y fuerza a todo el universo. Junto a sus nueve diosas hermanas, las musas, es el inspirador de los poetas y los músicos. Es también dios de la perfección y la belleza y era muy venerado en Grecia. El centro de su culto estuvo en Delfos. Su hermana Artemisa (Diana) es la diosa de la Luna y de la caza.
Y, por último, un dios apreciado por los demás inmortales y amigo de los hombres es Hermes (Mercurio). Es muy astuto y arrojado. Le veneraron los médicos, los abogados e incluso los ladrones. Es el veloz mensajero de los dioses. Dio a los hombres la lira, la elocuencia, el lenguaje y la medicina.


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